Me hablaste en los silencios.
Susurraba en los ruidos urbanos.
Aterricé y comencé a caminar el sendero tatuado sobre vos.
Las curvas se entrelazaban y nacían puentes surgiendo de él.
Puentes de cemento que me invitaban a recorrer su locura.
Accedí a su invitación y enloquecí sobre ellos.
Me chocaba en los espejos invisibles de la oscuridad, hasta toparme con tus pensamientos.
El lenguaje de un piano comenzó a hablar, despejando todo temor.
Danzamos alrededor de la luna y la realidad se volvió abstracta.
Los llantos eran risas dibujadas en los rostros de los niños que pasaban a visitar.
Nos permitimos jugar con ellos volviendo a renacer.
De nada nos acordamos, hasta hoy.